Pascua de Resurrección - 2006
San José, 16 de abril de 2006.
A todos los religiosos de la Viceprovincia
P. Rodolfo Robert, Viceprovincial
Buscan a Jesús de Nazaret, el crucificado.
Ha resucitado; no está aquí.
Miren el lugar donde lo pusieron
Mc 16, 6
Hermanos todos:
He querido encabezar esta carta con el precioso versículo del Evangelio de Marcos que nos anuncia la Resurrección del Señor, para enfatizar de una manera especial la alegría que nos convoca: el paso fuerte y vivo de Jesucristo entre nosotros. Se trata de la misma experiencia que muchos siglos después de la primera pascua cristiana, hizo creer a San José de Calasanz que la Orden sobreviviría, a pesar de lo dramático de los acontecimientos. Quien estaba profundamente convencido de la Pascua liberadora de Cristo, no podía dudar de la Pascua de las Escuelas Pías.
Pero, ¿cuál es la relación entre la Pascua de Cristo y la Pascua de los escolapios? La relación, hermanos, es la única que puede darse: una relación de FE. ¡Así, FE con mayúscula! Una fe que no brota de quimeras, de teorías, y ni siquiera de esfuerzos humanos; sino del misterio de Cristo que ama a los niños y jóvenes y por quien, en definitiva, vivimos, creemos, esperamos y amamos.
En este sentido, pienso que nos desgastamos mucho buscando comprobar la perfección última de proyectos, instituciones y hasta de personas, olvidando que somos unos pobres custodios de un don de Dios llamado Escuelas Pías. Olvidamos que no es posible ser todos iguales, salvo en la sencilla conciencia de creer. Olvidamos que la vida escolapia es ante todo, un regalo de fe, esperanza y caridad, y que la mayor eficacia de nuestra consagración y ministerio proviene del amor de Dios y de nuestra apertura sincera a todo lo que significa su misericordia: una que trasciende razas, nacionalidades, ideas preconcebidas, formas de ser y todo lo que aún, siendo bueno, pueda ser medio traicionero de división o prejuicio.
Vanos serían cualquier anuncio evangelizador y trabajo educativo que pretendan alejarnos de nuestra pobre condición de Cooperadores de la Verdad. No nos lleva a ningún sitio el tanto insistir sobre las debilidades profundas de nuestros hermanos, de los niños, los jóvenes y de sus familias. Por el contrario, constatar graves crisis y contradicciones en nosotros y en la sociedad, debe ser el acicate profundo para perfeccionarnos en la caridad y creatividad evangélicas y nunca en un juicio destructor. Como a Calasanz, lo que debe escandalizarnos antes que nada, es el sufrimiento de los pequeños; dirigiendo lo que somos y hacemos a su consuelo y curación; ofreciendo humildemente, medios y posibilidades como personas y creyentes.
Es por eso, que en esta gran Fiesta de la Pascua, los invito a que nos gocemos en el amor gratuito que el Padre ha reestablecido en su Hijo Jesucristo. Que podamos alegrarnos en la fraternidad de una Viceprovincia que combina en la sabiduría de Dios, la experiencia y la entrega fiel durante muchísimos años de tantos hermanos, con el caminar constante de jóvenes que se han acercado a esta mies fertilísima. ¡Qué diferentes somos todos en esta barca! ¡Sí! ¡Qué bien lo hace el Señor!.
Pero la alegría pascual tiene que traducirse también en nuevas formas de acogida y acompañamiento de los niños y jóvenes en nuestras obras. Atentos a las crecientes amenazas y rupturas de la sociedad, los escolapios debemos acoger y bendecir a estos predilectos del Señor, tan maltratados a veces ya, desde su vida más temprana y en su entorno más cercano. Porque el ir siempre tras los últimos y más necesitados es tarea propia y especialísima del religioso escolapio.
La fraternidad y la misión solo pueden brotar del corazón indiviso que los consejos evangélicos buscan proteger en cada uno de nosotros. El deseo de amar con las entrañas de Dios, el deseo de servir y no servirnos, y el poder donar y compartir nuestro ser y nuestros bienes, son las claves que permiten la revitalización de la vida fraterna, las vocaciones, la calidad educativa calasancia y la entrega a los más pobres. Casi nada podrá lograrse sin el concurso orante y de entrega de todos y cada uno de nosotros.
El Señor cumple sus promesas y nos envía continuamente mar adentro. La próxima ordenación sacerdotal de Absalón dentro de la Octava de Pascua; y los procesos de Reestructuración y trabajo sectorial, que próximamente buscaremos impulsar en el Encuentro de Bogotá, los entiendo precisamente así: como signos de esa fidelidad del Padre y de ese permanente envío a la unidad y a la universalidad escolapia..
Y es que, si somos capaces de distinguir en la Viceprovincia, estas y tantas realidades que muestran la promesa pascual de Dios a Calasanz, sintámonos hoy agradecidos y dichosos porque…¡Hemos creído!.
¡Felices Pascuas de Resurrección y gracias por su vida y consagración!
P. Rodolfo Robert, Sch.P., Viceprovincial
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