Benedicto XVI - A los escolapios (25, VIII, 2007)
JESÚS MARÍA LECEA
Superior General de las Escuelas Pías – Padres Escolapios
Benedicto XVI
25 de agosto de 2007
Me he enterado con gran satisfacción de que esta Orden de las Escuelas Pías se prepara para conmemorar, con las iniciativas oportunas, el 450º aniversario del nacimiento del Fundador, San José de Calasanz. Por tan feliz circunstancia, me es grato enviarle a usted, a todo el Instituto religioso, a los fieles laicos que participan de su espiritualidad y a cuantos forman la Familia Calasancia, como también a los que participen en las celebraciones jubilares, mi cordial y paternal saludo, contento de que sean oportunamente recordadas la figura y la obra de tan ilustre sacerdote y educador.
San José de Calasanz nació en Peralta de la Sal, en Aragón (España), en 1557. Ordenado sacerdote en 1583, tuvo que desarrollar importantes misiones en varias diócesis de España. En 1592 se encaminó a Roma para el desempeño de delicadas gestiones con la Santa Sede, pero aquel resultó sólo un viaje de ida. En la Ciudad eterna, de hecho, se sintió impresionado por la miseria de la juventud que vivía en los barrios más pobres y marginados, y escuchó la voz del Señor que le decía: “José, entrégate a los pobres. Enseña a estos niños y dedícate a ellos”.
Después del Concilio de Trento habían surgido ya muchas escuelas festivas de catecismo bajo la tutela de parroquias y confraternidades, y se hacía bastante más que hasta entonces. Pero en él maduró un proyecto completamente nuevo: es decir, el de salvar a los jóvenes, procurando realizarlo mediante la enseñanza de la fe y de la moral, al mismo tiempo que de las ciencias humanas, en escuelas diarias y gratuitas, con programas graduados, clases escalonadas y exámenes. Calasanz emprendió esta obra suya en la escuela fundada por el párroco de Santa Dorotea, en el Trastévere, transformándola poco a poco en la primera y verdadera escuela popular de Europa. Su proyecto educativo se resumía en el lema:”piedad y letras, que hoy se podría traducir por “fe y cultura”, y a su obra le dio el nombre de “Escuelas Pías”.
Se encontró que era fundador casi sin haberlo querido, con alumnos que se amontonaban y para los que encontró nuevas aulas. Para resolver el problema fundamental de los maestros, con la aprobación del Papa Paulo V, fundó en 1617 la “Congregación Paulina de los Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías”, compuesta por sacerdotes y educadores, dedicados a la formación humana y cristiana de los jóvenes, mediante la escuela. En 1622, Gregorio XV erigió la reciente Congregación en Orden Regular, lo que favoreció su expansión por Italia y Europa. San José de Calasanz murió a los 90 años en Roma, el 25 de agosto de 1648, después de una vida ajetreada, en la que no faltó la hora de la prueba. Canonizado en 1767 por Clemente XIII, en 1948 fue proclamado por Pío XII “Patrono ante Dios de todas las escuelas populares cristianas del mundo”.
En el centro de la obra educativa él colocó el respeto a la personalidad de cada niño, en el que reconocía la imagen de Cristo. Reivindicó y fue el primero que promovió su derecho a la instrucción y a la educación, comenzando por los niños pobres. No sólo luchó enérgicamente por una escuela ofrecida a todos y, por consiguiente, gratuita, sino que quiso que fuera también obligatoria, hasta reclamándola a la autoridad pública, para forzar a los niños ociosos a frecuentarla. Por medio de las Escuelas Pías intentó salir al encuentro de las necesidades materiales y espirituales de la juventud de su tiempo y, para educarla, dio gran importancia a las ciencias y a las matemáticas, como también a las humanidades. “Si en este momento me encontrara con diez mil religiosos –escribe- en un mes podría distribuirlos por aquellos lugares que me los solicitan con grandísima instancia” (carta 2027).
Su ardiente deseo de educar a todos los niños mediante sus escuelas para los pobres, así como su apoyo a los descubrimientos de Galileo, le ocasionaron la oposición de muchas personas y de no pocos representantes de la sociedad civil y eclesiástica. Frente a tales dificultades y a todo tipo de incomprensión, mostró siempre una heroica y ejemplar paciencia.
Es por lo tanto muy oportuno hacer memoria de este celoso sacerdote y generoso educador, a los 450 años de su nacimiento. ¡Cuánto tuvo que sufrir él para asegurar la escolarización primaria de todos sus niños! Probado con duras adversidades, no desistió de seguir su camino y continuó sirviendo a la Iglesia de un modo tenaz. Este testimonio suyo constituye una enseñanza útil para todos. Nos ayuda a comprender con qué generosidad todo discípulo de Cristo, no obstante las oposiciones y humillaciones, los obstáculos y persecuciones, debe mantenerse constantemente fiel al Señor. Para seguir a Jesús crucificado, nuestro único y verdadero Maestro, es necesario adherirse al Evangelio, sin compromisos ni miedos, y tomar cada día la propia cruz. Son siempre actuales las palabras del Señor: “Si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Mt 16, 24).
Deseo de corazón que las celebraciones jubilares ofrezcan la ocasión de conocer mejor el mensaje de San José de Calasanz, y de apreciar aún más su sabiduría y su fortaleza interior. Contemplando su vida y su ejemplo, pueden los Religiosos Escolapios y los miembros de la Familia Calasancia, crecer en la fidelidad a su misión de “cooperadores de la verdad”, evangelizando y educando desde la primera infancia a los niños y jóvenes, especialmente a los más pobres, afrontando con ardor misionero los retos de la época moderna. Hoy día, como le sucedió al santo Fundador, es preciso saber caminar a través de las asperezas de la vida, permaneciendo firmes en la escucha y obediencia de Cristo.
Quiera el Señor, por la intercesión de María, Sede de la Sabiduría, conceder con generosidad a los Padres Escolapios el don de una renovada fidelidad a su carisma. Suscite en ellos, y en los colaboradores laicos que comparten con ellos la misión y la espiritualidad, el deseo de anunciar y testimoniar a Cristo a los niños y a los jóvenes, transmitiéndoles aquellos altos ideales humanos y evangélicos que han inspirado incesantemente la vida y la obra de San José de Calasanz. A tal fin, aseguro un recuerdo en la oración y, auspiciando abundantes gracias celestiales, me es grato impartirle a usted, Reverendo Padre, y a toda la Familia Calasancia, así como a los que participen en las celebraciones jubilares, la implorada Bendición Apostólica.
Castel Gandolfo, 25 de agosto de 2007.
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