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Thursday, March 29, 2007

TLC - Recomendaciones de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

Recomendaciones de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
a la Comisión de Asuntos Internacionales
de la Asamblea Legislativa sobre el
Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica,
República Dominicana y Estados Unidos de América.

Honorables señoras diputadas y señores diputados que conforman esta Comisión de Asuntos Internacionales de la Asamblea Legislativa. Les expresamos nuestra más sincera gratitud por invitar a la Conferencia Episcopal de Costa Rica para externar nuestros criterios con relación al Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con los Estados Unidos (TLC).

A la vez, les reconocemos la encomiable labor que han venido realizando al promover, desde las instancias correspondientes, la discusión legislativa del TLC, acompañada por la discusión ciudadana.

Nuestra Posición

Como hemos reiterado, en nuestra condición de pastores del Pueblo de Dios, hemos sido consecuentes con el encargo recibido de acompañar, responsablemente, a nuestro pueblo en la consecución de sus más altas aspiraciones y en la construcción de una sociedad más justa, democrática y solidaria.

Precisamente, es nuestro compromiso pastoral el que nos ha llevado a promover y participar de innumerables foros en los que se presentan y discuten los contenidos, las implicaciones, las ventajas y las posibles consecuencias del TLC,… hemos escuchado con atención tanto a los encargados de negociar este Tratado, como a los sectores que se consideran beneficiados con el TLC y hemos atendido, con igual diligencia, a quienes se oponen a su aprobación, alegando beneficios de unos pocos en detrimento de los sectores más vulnerables de nuestro país.

En todo este proceso de discusión y eventual aprobación o desaprobación del TLC, los Obispos de Costa Rica hemos insistido en la inconveniencia de asumir una actitud de oposición o promoción por aspectos puramente ideológicos o por intereses personales o grupales; antes bien, tratándose de un asunto tan serio y decisivo para la paz y el desarrollo social de nuestro país, quisimos aportar a los fieles cristianos y a todos los hombres de buena voluntad, criterios que favorecieran el análisis objetivo a fin de esclarecer la discusión del TLC, mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio y deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia. (Cf. Octogesima Adveniens n. 4)[1]

Los Obispos no estamos ni en contra, ni a favor, ni al margen del TLC, sino sobre el TLC para iluminar con criterios que faciliten un análisis objetivo y desapasionado, superando lo puramente ideológico y los intereses personales y grupales y pensando más bien en aquello que favorezca el bien común y la paz social de Costa Rica.

Como nos enseña Su Santidad Benedicto XVI:

La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa política de realizar la sociedad más justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a través de la argumentación racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige también renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política. No obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforzándose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien.[2]

Enfoque Ético

Como hemos insistido desde el principio de la discusión de este TLC, a la Iglesia le corresponde, legítimamente, interesarse por su dimensión ética, entiéndase, la consecuente claridad en cuanto a los efectos que las medidas contenidas en él tendrán sobre la equidad en materia distributiva de beneficios, ingresos y oportunidades, contribuyendo con nuestro discernimiento a la iluminación de la perspectiva política y económica.

Queremos insistir en que el TLC no es sino un instrumento de apertura comercial. Al respecto, constatamos que una de las dificultades de interpretación del TLC es el hecho que este se negociara sin tener previamente como marco referencial, una Agenda de Desarrollo social y económico, en un proyecto país.

Desde este análisis y ante la brecha social que hoy se da en Costa Rica, nosotros seguimos empeñados en que se valoren los legítimos intereses de todos los sectores, en especial los más vulnerables. Así pues, hemos procurado que los principios esenciales como justicia, equidad, libertad y solidaridad estén en la base de toda política económica y social por implementar, a fin de pasar de condiciones de vida menos humanas a condiciones de vida más humanas.[3]

Agenda de Desarrollo

Trascendiendo a la eventual aprobación o desaprobación del TLC, los obispos hemos insistido en la necesidad de una agenda de desarrollo humano, sostenible e integral, dentro de la cual, se ubiquen todas las políticas sociales y económicas y pueda preverse y superarse el aumento de la brecha social y la consecuente permanencia de un considerable porcentaje de pobreza en el pueblo costarricense.

Esta Agenda de Desarrollo, desde de la Doctrina Social de la Iglesia, tiene una acepción muy particular que nos lleva a distinguirla de otras.

Sin que sea nuestra pretensión convertir este discurso en una “discusión nominalista” suele pasar que, muchos al referirse a la Agenda de Desarrollo, piensan en:

* “Agenda de implementación”: conjunto de medidas legales e institucionales que harán fluida y operativa la aplicación del TLC.
* “Agenda de competitividad”: medidas para mejorar la productividad, la competitividad de la economía costarricense como un todo para que pueda posicionarse internacionalmente y frente a la contraparte del TLC.
* “Agenda social”: entendiendo por tal, sólo medidas en campos de educación, salud, vivienda, y programas compensatorios para los pobres. No suele incluir medidas referentes a los efectos sociales de las políticas económicas.
* “Agenda complementaria”: es un término más ambiguo. Puede aplicarse a cualquiera de las otras “agendas”. Suele incluir medidas de esas agendas y otras para compensar otros efectos negativos del TLC sobre sectores más afectados, una vez que aquél ya está aprobado. Se refiere a ayuda financiera, asistencia tecnológica y modernización del sector.
* “Agenda de cooperación”: puede limitarse a proyectos de financiamiento de exigencias de las “Agendas” ya mencionadas o puede —y debe— referirse a exigencias de una “agenda de desarrollo”, con lo que tendría un volumen considerable.

Nosotros, desde esta amplia perspectiva, y según enseña la Doctrina Social de la Iglesia, apelamos a la ejecución de una “Agenda de Desarrollo”, que no sólo, no ignora ni excluye las anteriores, —de todas maneras exigidas— sino que plantea un marco más amplio e integral.

Corresponde a las instancias ciudadanas, técnicas y políticas determinar cuales sean esos elementos urgentes de esa Agenda de Desarrollo pero, desde el punto de vista ético, sean los que sean, deben siempre apuntar a la reversión de los mecanismos generadores de desigualdad y de pobreza en el país.

De nuestra parte sugerimos:

* Evaluar el rumbo seguido por la economía del país en los últimos 25 años para que, en eventuales proyectos de política social y económica, se modifique aquello que no haya integrado los intereses legítimos de todos los sectores.

* Eliminar los mecanismos generadores de desigualdad y pobreza con políticas concretas.

* Apuntar a un proyecto de país no inmediatista sino con perspectiva de futuro.

* Priorizar no solo objetivos de eficiencia, competitividad y productividad, sino también de equidad, justicia, participación, solidaridad y respeto al medio ambiente.

Creemos que el esfuerzo de esta Agenda de Desarrollo debe realizarse sobre la base de un gran acuerdo nacional donde todos los sectores participen en la construcción de metas comunes que garanticen una mayor justicia y equidad.

Conclusión:

En este espíritu, dada la situación que se pueda presentar en el futuro, frente al T.L.C., hacemos un llamado fraterno a dejar de lado todo tipo de confrontación y a comprometerse, con ánimo sereno, teniendo siempre en mente el bien común de Costa Rica.

Al mismo tiempo, exhortamos a los gobernantes, a las fuerzas políticas, a los empresarios, a los gremios profesionales, a las organizaciones sindicales, laborales, a las organizaciones de la sociedad civil, a los medios de comunicación social, a las universidades y a todas las demás fuerzas vivas del país, a ofrecer, con sentido patriótico su invaluable contribución”[4]

Dado por el Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal
el día 9 de octubre del 2006

Monseñor José Francisco Ulloa Rojas, Obispo Diocesano de Cartago y Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica
Monseñor Hugo Barrantes Ureña, Arzobispo Metropolitano de San José, Vicepresidente de la Conferencia Episcopal
Monseñor Oscar Fernández Guillén, Obispo Diocesano de Puntarenas, Secretario General

Notas

[1] Carta del Episcopado Costarricense al Cardenal Ángelo Sodano. 21 de junio del 2006
[2] Deus Caritas est N. 28
[3] Populorum Progressio 21
[4] Mensaje de la Conferencia Episcopal de Costa Rica 92 Asamblea Plenaria

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