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Tuesday, October 27, 2009

La Iglesia al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz.

P. Mamby Dominique BASSE, escolapio
Roma, 10 de octubre de 2009

“Vosotros sois la sal de la tierra… Sois la luz del mundo” (Mt 5, 13.14)

LA PRESENCIA DE LOS CONSAGRADOS ENTRE LOS JÓVENES PARA LA RECONCILIACIÓN EN ÁFRICA.

INTRODUCCIÓN

La paz duradera pasa por la educación.

Ésta es una convicción que compartimos los consagrados, que tenemos como carisma la educación de la juventud.

Esta misión se impone, en la actualidad, en un contexto en el cual África vive en un entorno económico, psicológico y socio‐político, muy a menudo difícil y que fomenta, en el joven, tensiones interiores, que se traducen exteriormente en comportamientos totalmente contrarios al espíritu de paz y de reconciliación.

Nuestra presencia y nuestra acción a favor de una reconciliación y de una cultura de la paz, debe tener una perspectiva holística, que considere no solamente a los jóvenes, sino sobre todo su entorno.


PARA UNA INTERVENCIÓN DURADERA, IDENTIFICAR LOS OBSTÁCULOS PARA LA RECONCILIACIÓN

Nuestra misión específica junto a la juventud tiene en cuenta todas las dimensiones humanas y sociales del joven. Sociológicamente el entorno incide sobre manera en la construcción del individuo, en especial en nuestras sociedades africanas donde la conciencia colectiva determina fuertemente los esquemas de pensamiento, las opiniones, las actitudes y los comportamientos del individuo.

La cultura de la violencia

El desafío principal de nuestro tiempo es la persistencia y la preeminencia de la cultura de la violencia en el universo de la juventud y los estereotipos que le son propuestos por los mass media los políticos y todos aquéllos que muestran una imagen de “éxito social”, destacando el poder, el poseer, la dominación, la corrupción… Esta forma de violencia, a veces, está sutilmente envuelta por pautas de silencio y de compromisos, por prácticas de inmunidad y de impunidad.

La violencia en la vida familiar

La violencia está aún más cerca del joven, porque está presente en los estragos continuos del conflicto que destruye la vida familiar. Delante de todas esas formas de violencias familiares, el silencio permisivo y la impunidad latente son los mejores medios para provocar rebeldías individuales o de descomposiciones y crisis familiares.

La pobreza

La pobreza que golpea a los jóvenes es una violencia. Esta pobreza tiene también como corolarios el hambre, el analfabetismo, la ignorancia y la exclusión, el éxodo, la migración… El ingreso de los jóvenes en la vida adulta, estrechamente ligado a la capacidad de hacerse cargo a nivel económico de sí mismos, cada día da un paso atrás a causa de la desocupación, que subsiste y se agrava. Las soluciones arriesgadas para salir de la crisis que los jóvenes entreven, muchas veces los hunden en auténticos dramas.

La violencia en nuestras instituciones educativas

Nuestras instituciones educativas no se quedan atrás; reproducen muchas veces las desigualdades, los conflictos de valores, las exclusiones. Se contentan con adaptar a los jóvenes al mundo tal cual es, con todos sus contravalores. Más que borrar o al menos reducir las desigualdades sociales, las consienten todavía más en este contexto de crisis económica.


LA NECESIDAD DE UNA EDUCACIÓN PARA LA PAZ QUE REFUERCE LA COOPERACIÓN Y LA SOLIDARIDAD

La educación para la paz y para la reconciliación es una urgente necesidad, en todos los lugares donde los consagrados trabajan con jóvenes. Nos toca a nosotros, consagrados, proponer a los jóvenes lo mejor de la sociedad contemporánea.

Administrar los conflictos

El proceso de reconciliación supone la gestión de los conflictos. Formar en esto a los jóvenes es enseñarles a mirarse a sí mismos y atreverse a tocar su propia responsabilidad en las discrepancias. Educar a los jóvenes en la gestión de los conflictos es inculcarles “el conjunto de normas que sirven para proteger y mejorar” la calidad de la relación con los otros.

Proponemos al Sínodo
que invite a todas las estructuras eclesiales a implementar un programa para la administración de los conflictos activando el método de la Acción Católica (VER, REFLEXIONAR, ACTUAR)

Comprometer a los jóvenes en el universo de la reconciliación Para los jóvenes, reconciliarse es terminar con las riñas y ¡que la vida continúe!

Esta manera de ver es superficial y peligrosa, pues aunque, en apariencia, el conflicto parece terminado, en el corazón, “la brasa de la violencia no está apagada, sino sólo recubierta de cenizas”. De ahí la importancia de hacer comprender a los jóvenes que deben hacer un trabajo sobre sus personas.

Proponemos al Sínodo
que incite a las diócesis y parroquias a establecer servicios de escucha donde los consagrados, formados en las técnicas de escucha activa, estén disponibles para acoger a los jóvenes que sienten la necesidad de confiarse. Este tipo de servicio es un bálsamo esencial para las frustraciones y una manera de paliar la frialdad del entorno.

Para una inserción socioeconómica

La formación para la inserción en el empleo o en el auto‐empleo forma parte de las medidas de solidaridad y de cooperación para luchar contra el incremento del número de desocupados y de beneficiarios de microcréditos para los jóvenes en dificultad por diferentes razones y que quieren ingresar al mundo adulto.

Proponemos al Sínodo
que pida a los institutos religiosos en comunión con la Iglesia local, que creen estructuras, cuyo objetivo sea facilitar la inserción profesional de los jóvenes, así como su acceso al empleo y a salarios decentes, articulando una formación profesional adecuada, un acompañamiento individualizado y la movilización de los actores públicos, privados y sociales implicados. Esta estructura permitirá a los jóvenes, florecer, utilizar y probar sus competencias y volverse productivos al asumir su rol de ciudadanos.

Enseñar valores y capacidades

Educar en la verdad y la justicia, para la reconciliación, pasa por el desarrollo de valores positivos y de tipos de comportamientos inspirados en el Evangelio. Para esto hay que acostumbrar a los jóvenes, primero a conocerse y a apreciarse, luego a comprender y a considerar, con agrado, las nociones de justicia, igualdad, libertad, tolerancia, democracia y, al final, a tener ganas de obrar para el futuro de un África más humana porque es más solidaria.

Proponemos al Sínodo
que invite a nuestras instituciones educativas a incluir, en sus proyectos educativos y pastorales, un programa de educación en valores basado en nuestros valores culturales.

P. Mamby Dominique BASSE, escolapio
Roma, 10 de octubre de 2009



La Iglesia al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz.

“Vosotros sois la sal de la tierra… Sois la luz del mundo” (Mt 5, 13.14)

LA PRESENCIA DE LOS CONSAGRADOS ENTRE LOS JÓVENES PARA LA RECONCILIACIÓN EN ÁFRICA.

La paz duradera pasa por la educación. Ésta es una convicción que compartimos los consagrados, que tenemos como carisma la educación de la juventud.

Esta misión se impone, en la actualidad, en un contexto, en el cual el africano vive en un entorno económico, psicológico y socio‐político, muy a menudo difícil y que fomenta, en el joven, tensiones interiores, que se traducen exteriormente en comportamientos totalmente contrarios al espíritu de paz y de reconciliación.

La presencia de los consagrados entre los jóvenes y su compromiso a favor de una reconciliación y de una cultura de la paz, deben tener una perspectiva holística, que considere no sólo a los jóvenes, sino sobre todo su entorno.

Hoy en día, en África, el desafío primordial para nuestro tiempo, es la persistencia y la preeminencia de la cultura de la violencia en el universo de la juventud y los estereotipos que le son propuestos por los mass media, los políticos y todos aquéllos que muestran una imagen de “éxito social”.

La violencia está también cerca del joven, porque está presente en los continuos estragos del conflicto que destruye la vida familiar.

Delante de todas esas formas de violencia, el silencio permisivo y la impunidad latente son los mejores medios para provocar las rebeldías.

No olvidemos que la pobreza que golpea a los jóvenes es una violencia. Esta pobreza tiene también como corolarios el hambre, la desocupación, el analfabetismo, la ignorancia y la exclusión, el éxodo, la migración… Y las soluciones arriesgadas para salir de la crisis que los jóvenes entreven, muchas veces los sumergen en conflictos peores.

Frente a esta situación, la educación para la paz y para la reconciliación es una necesidad urgente en todos los lugares donde los consagrados trabajan con jóvenes. Nos toca a nosotros, consagrados, proponer a los jóvenes, lo mejor de la sociedad contemporánea.

Por consiguiente proponemos al Sínodo:

Que todas las estructuras eclesiales
implanten un programa para aprender la gestión de los conflictos, activando el método de la Acción Católica (VER, REFLEXIONAR, ACTUAR)

Que sean establecidos servicios de escucha
donde los consagrados, formados en las técnicas de escucha activa, estén disponibles para acoger a los jóvenes, que sienten la necesidad de confiarse. Este tipo de servicio es un bálsamo esencial para las frustraciones y una manera de paliar la frialdad del entorno.

Que los institutos religiosos,
en comunión con la Iglesia local, creen estructuras cuyo objetivo sea facilitar la inserción profesional de jóvenes, así como su acceso al empleo y a salarios decentes, articulando una formación profesional adecuada, un acompañamiento individualizado y la movilización de actores públicos, privados y sociales, implicados. Esta estructura permitirá a los jóvenes florecer, utilizar y probar sus competencias, y volverse productivos al asumir su rol de ciudadanos.

Que nuestras instituciones educativas
incluyan en sus proyectos educativos y pastorales un programa de educación en valores basado en nuestros valores culturales.

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