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Wednesday, September 29, 2010

Para que estén con Él (P. Aguado 2.VIII.2010)

“…Para que estuvieran con Él y para enviarles a predicar”
Pedro Aguado, Padre General
Ephemerides Calasanctianae
Salutatio septiembre-octubre de 2010

Titulo esta “salutatio” con la segunda parte de la cita evangélica recogida en nuestras Constituciones (C15) y que me sirvió para escribir mi carta anterior, centrada en el desafío de la pastoral vocacional: “Llamó a los que Él quiso para que estuvieran con Él y para enviarles a predicar” (Mc 3, 13-14).

Efectivamente, este pasaje del Evangelio de Marcos recoge de modo sintético, preciso y convocante toda la dinámica propia de la llamada de Jesús a sus discípulos: se expresa con claridad que la llamada es iniciativa de Jesús, y se indica con nitidez el sentido de la llamada: estar con Jesús y ser enviados a la misión.

Quiero escribiros esta reflexión precisamente sobre esto: sobre el sentido de la llamada. ¿A qué somos llamados, los escolapios, en este momento histórico de nuestra Orden? ¿Cuál es la orientación que debemos dar a nuestra respuesta? ¿Qué sentido de fondo, profundo, tiene toda llamada vocacional, y en nuestro caso, la llamada a la vocación escolapia? Quisiera responder, de modo sencillo, teniendo en cuenta las pistas que nos ofrece el Evangelio y los retos fundamentales que tiene nuestra Orden. Somos llamados a “estar con Él”, somos enviados a predicar, pero llamados a hacer estas dos cosas a la vez. Las “y” son muy importantes en nuestra identidad escolapia, hermanos. Pensemos un poco sobre ello.

Creo que en las Escuelas Pías tenemos que abordar de modo más profundo una cuestión que en nuestra vida real, en los diálogos y reflexiones de nuestras comunidades y de nuestros capítulos suele aparecer de modo diverso: el equilibrio entre la dedicación a la misión por una parte, y la vida comunitaria, espiritual y de formación de cada uno de nosotros, por otra.

Pienso que si no se plantea bien, puede llevarnos a conclusiones equivocadas o a una visión no integral de nuestra vocación, y eso nos haría mucho daño. Trataré de explicarme desde el siguiente esquema de pensamiento: debemos comprender y vivir nuestra vocación de modo integral / hay algunas pistas que nos pueden ayudar en esta búsqueda de plenitud / podemos tener comprensiones o vivencias equivocadas de esta visión integral de nuestra vocación / somos llamados a una plenitud vocacional. Estos son los cuatro puntos sobre los que deseo ofreceros mis reflexiones.

1-Nuestra vocación es una respuesta integral a una llamada integral.
Hablar de la vida escolapia como una vida “activa y contemplativa a la vez” o hablar de “ser y hacer” no dejan de ser esquemas que nos sirven sólo si nos ayudan a expresar lo esencial. Siempre necesitamos esquemas desde los que explicar las cosas, pero a veces sucumbimos a la simplificación de todo esquema y acabamos “dividiendo” en vez de “integrando”. ¿O es que la entrega a la misión es sólo hacer y no es una expresión extraordinaria –fundante- de nuestro ser escolapios?

¡Cuidado, hermanos, que no acabemos llamando “ser” a estar en casa o al necesario cuidado de la vida espiritual y “hacer” al trabajo. No sería ni justo ni bueno hacer esta “dicotomía” en nuestra vida. En este sentido, quisiera hacer dos afirmaciones que considero importantes.

A La vocación escolapia se expresa privilegiadamente en una vida personal
Y comunitaria centrada en Jesucristo y entregada a la misión. Todo unido. Cuando no se cuida lo comunitario, cuando se vive descentrado del eje que nos vertebra o cuando no nos entregamos apasionadamente a nuestra misión, no estamos respondiendo como escolapios, como hijos de Calasanz. Cuando estas claves fundamentales las separamos o, peor aún, las oponemos, entonces ya estamos desvirtuando gravemente nuestra propia identidad. Y cuando estas claves las vivimos a medias, sin ese tono vital intenso que nos debiera caracterizar, entonces estamos respondiendo a medias a la llamada de Jesús.

B Debemos reflexionar sobre qué dinamismos nos pueden ayudar
a una vivencia más integral e integradora de nuestra vocación. Sea cual sea nuestra edad o nuestra circunstancia vital o de salud, nuestra vocación puede y debe ser vivida de modo pleno. Me hace pensar que en la última encuesta que hemos hecho en toda la Orden aparece un dato significativo: los escolapios estamos contentos con la vivencia que tenemos de nuestra propia vocación, pero ese nivel de satisfacción va disminuyendo, poco a poco, conforme vamos teniendo años. Si esto es así –y aunque toda encuesta es parcial y relativa- aquí tenemos una “pequeña luz roja” que, a mi juicio, tiene que ver con nuestra necesidad de profundizar mucho más en lo que somos y estamos llamados a vivir. Sobre todo esto pediremos una reflexión especial a todos los secretariados, pues se trata de una cuestión interdisciplinar.

2-Quisiera ofrecer algunas pistas
que nos pueden ayudar a vivir de modo más integral nuestra vocación, sin compartimentos estancos, sin disfunciones existenciales. Afortunadamente, todas las encuestas correlacionan estos cuatro elementos de los que voy a hablaros de modo positivo. Contra los que algunos piensan, la dedicación al trabajo no aleja de la vida espiritual, y viceversa. Jesús no riñe a María por que trabaja mucho, sino porque está “inquieta con tantas cosas”, pero tampoco permite “plantar tres tiendas” a sus discípulos, sino que les dice que hay que bajar a la misión. No les deja que se queden “ahí plantados, mirando al cielo”.

A Profundidad en la vida espiritual.
Quizá siempre ha sido así, pero es bueno que digamos que “hoy más que nunca” somos necesarios como hombres de oración. Los niños y jóvenes, las familias, los educadores de nuestras obras, necesitan vernos como testigos veraces de Jesús y de su Evangelio. Y nosotros mismos, para sostenernos en el día a día, necesitamos llevar una vida espiritual digna de tal nombre, una vida de oración que alimenta permanentemente nuestro espíritu permitiéndonos ser fieles al Espíritu. Las comunidades, las demarcaciones, pueden y deben ofrecer medios y posibilidades para que los escolapios cuidemos nuestra relación con Dios y nuestra oración, pero nada de esto puede sustituir al esfuerzo personal, a la fidelidad de cada uno a la oración personal y común, al tiempo que diaria o semanalmente dedicamos a la Palabra o la intensidad y entrega con la que celebramos la Eucaristía. La oración nos da nuestra propia medida, destierra seguridades puramente humanas y nos prepara así, en humildad y sencillez, a que nos sea comunicada la revelación que se hace únicamente a los pequeños (Lc 10, 21). ¡Hay tantas cosas que podemos hacer! Es importante que los superiores mayores acompañen y cuiden esta dinámica en cada uno de nosotros. Hay muchas maneras de hacerlo: dialogando personalmente con los religiosos sobre su vivencia espiritual, ofreciendo periódicamente libros de interés o artículos que ayuden en este camino, favoreciendo y animando los retiros comunitarios y demarcacionales, proponiendo experiencias que ayuden al religioso a pensar de nuevo las cosas o que provoquen una cierta desinstalación.

B Capacidad de vida comunitaria.
Tres sencillos apuntes en los que creo que debiéramos intentar profundizar un poco:

• No tengo ninguna duda de que uno de los aspectos en los que más debemos trabajar y cuidar es en lo que podríamos llamar “crecer en una estructura personal comunitaria”. Lo “comunitario” debe formar parte central de nuestro ser, debe influir en las razones desde las que actuamos, en las decisiones que tomamos, en la prioridades que nos importan, en cómo distribuimos nuestro tiempo, en cómo rezamos, en general, en cómo vamos configurando nuestra vida. Todos tenemos claro que nuestra identidad personal se va configurando desde algunos ejes centrales en los que creemos y desde los que vivimos. Nuestro “ser comunitario” debe formar parte de esos ejes centrales. Para nosotros, la comunidad no debe ser sólo un estilo de vida, sino un modo de ser.

• Necesitamos definir mejor las claves fundamentales desde las que deseamos construir nuestras comunidades. Esta primera visita a la Orden me ha ayudado mucho a entender la pluralidad desde la que vivimos, y valorar esa pluralidad como un don. Pero también he podido darme cuenta de que el riesgo de la pluralidad está, precisamente, en que acabemos aceptando que “todo vale”. Hemos de saber marcar líneas desde las que debemos impulsar nuestras comunidades, desde las que los responsables de las demarcaciones pueden acompañar y exigir. Por ejemplo, corresponsabilidad de los religiosos, estilo de pobreza, posibilidades de fe compartida, dinámica de formación, capacidad de impulso de la misión, dinamismos de pertenencia a la demarcación y sus prioridades, acogida vocacional, apertura a los laicos, fomento de una identidad religiosa clara, importancia del acompañamiento de las personas en sus procesos y necesidades, ambiente positivo y propositivo desde el que vivimos, etc. De vez en cuando, los superiores mayores deben reunir a los rectores de las comunidades para compartir el trabajo que hacen y para incentivar la capacidad de mejora de nuestra vida comunitaria.

• Finalmente, una tercera sugerencia, inspirada en el texto evangélico. Somos convocados en comunidad para estar con Él. Nuestras comunidades deben crecer más en ese desafío central que tenemos planteado: la centralidad de Jesucristo. La oración común, la eucaristía compartida cuando nos sea posible, los retiros de comunidad, la formación en vida cristiana y religiosa, el ambiente dominante en nuestras casas, el hablarnos unos a otros con palabras de fe, todo esto ayuda a que, en verdad, nuestro estilo de vida transmita a Jesucristo y nos ayude a encontrarnos con Él.

C Cuidado en nuestro propio proceso, para vivirlo en autenticidad.
Con alguna frecuencia recibo cartas o mensajes de escolapios con los que me he encontrado este año y con los que he podido hablar de su vida y proceso. Siempre agradezco estas comunicaciones, porque me sirven para seguir la pista de lo que viven mis hermanos. Y me alegro mucho y doy gracias a Dios cuando las cartas o mensajes “rezuman plenitud”. A modo de ejemplo, os transcribo un párrafo de una de las últimas que he recibido: “Este año ha sido para mí muy intenso, pero todo ha ido muy bien (incluidas las actividades de verano) y sigo con mucha fuerza, alegría y ánimo: cada vez estoy más convencido que lo de ser escolapio es lo mío, tanto que ya no veo en otro sitio... En fin, que yo tampoco "lo dejaré por nada del mundo" y que ahora mismo estoy muy bien”. Como podéis ver, se trata del testimonio de un joven escolapio que me dice que sigue con fuerza, alegría y ánimo. Cada uno de nosotros describimos de una manera diferente nuestra vida, pero todos sabemos si crecemos o no, si nos sentimos caminando o viviendo con falta de vigor o de proceso. Esto es lo central, hermanos. Me gustaría resaltar dos aspectos que me preocupan mucho en todo este asunto.

• El primero, la capacidad que tenemos –o que no tenemos- de ser conscientes de cómo vivimos, de en qué dirección vamos, de cómo nos vamos configurando. En ocasiones nos puede pasar que no nos enteramos, en el fondo, de cómo vamos viviendo. Yo pienso que “andar en verdad” tiene mucho que ver con saber poner nombre a los que nos pasa, a lo que se mueve en nuestro interior, a las líneas desde las que vamos configurando nuestra personalidad. En positivo, éste es uno de los secretos de la formación: saber entender lo que vivimos, saberlo compartir, saberlo discernir desde el evangelio y desde nuestra vocación, y saber dar los giros que son convenientes en nuestro propio proceso. En negativo, nada hay más peligroso que la inconsciencia de nuestras propias inconsistencias. Siempre recuerdo lo que me dijo el obispo que me ordenó, D. José María Cirarda: “para darse cuenta de que uno está mal, tiene que estar bien; y eso es siempre un problema”.

• El segundo, lo importante que es vivir desde un proyecto personal y acompañado. Constato con satisfacción que esta dinámica de elaborar nuestro proyecto personal y de dejarnos acompañar en su desarrollo va creciendo en nuestra Orden. Pero cometeríamos un grave error si pensáramos que esto se una cuestión propia de la formación inicial. O construimos nuestra vida escolapia, y por lo tanto la Orden, desde una vida con proyecto y en acompañamiento, o no saldremos adelante en lo que hoy la Orden pide de nosotros.

D Pasión por la misión, vivida y entregada con dedicación completa.
Hablar de la misión como un simple apartado “d” de una carta es bien poco y bien escaso. Tiempo tendremos de profundizar en todo lo que significa esta dinámica de envío misionero que supone la vocación escolapia. Pero en esta reflexión que os brindo, me quiero centrar sólo lo que significa la vivencia completa y compleja de nuestra vocación. ¿Qué papel juega la misión en este asunto?

La misión es la razón de ser de la Orden y la razón de nuestra decisión de ser escolapios. Somos para la misión. Esto es central y claro en las Escuelas Pías. Por eso mismo, hemos de ser escolapios entregados a nuestra misión, apasionados por ella, de tal modo que no nos consintamos nunca vivirla a medias, no prepararnos adecuadamente para ella o conformarnos con cualquier resultado.

En nuestras Constituciones lo expresamos con exigente claridad: “Entregamos nuestra vida para evangelizar a los niños y a los pobres, de modo que mientras la muerte actúa en nosotros la vida crece en los demás” (C 18)

Cuando en una Comunidad o en una Provincia se apaga o debilita el “celo apostólico” aparece el riesgo de que nos miremos a nosotros mismos y perdamos todo vigor. Pero cuando la causa del Reino de Dios anunciado a los pequeños nos atrapa desde el centro, las dificultades se relativizan, disminuyen los problemas internos y somos más capaces de un proyecto compartido. Es evidente que “la misión infunde entusiasmo y estimula la fidelidad” (VC 78).

3-Podemos tener algunas vivencias parciales o desenfocadas
en este nuestro esfuerzo de vivir nuestra vocación de modo íntegro. Cito algunas con el único afán de poner algún ejemplo que nos ayude a clarificar nuestras ideas.

A No saber valorar adecuadamente la entrega a la misión
de muchos de nuestros escolapios. Por ejemplo, tildar de “activismo” el trabajo intenso por los niños y jóvenes. Esto sólo es activismo cuando es vivido como “válvula de escape” o cuando nos descentra del eje vertebrador de nuestra vocación, que es el seguimiento de Jesús. ¡Ánimo, “activistas centrados y entregados”, que vale la pena dedicar todas nuestras energías a los niños y jóvenes! Pero, por favor, cuidaos desde la vivencia del sentido profundo de vuestra entrega.

B Creer que el cumplimiento estable de los horarios de la comunidad
Es suficiente para una vida escolapia. Bien está, nada hay en contra de este cumplimiento, todo lo contrario. Pero ¿y el resto de las horas del día? También hay que “cumplir”, en todo lo que significa vivir y trabajar como escolapios. La hondura con la que debemos vivir exige de nosotros “algo más”.

C Oponer “comunidad” y “misión”, confundir “comunidad” con “estar en casa”
o “misión con “hacer cosas”, aceptar como bueno un estilo de vida que no nos hace crecer y que no nos cuestiona nada, descuidar nuestra preparación para la misión olvidándonos que quien asume el encargo de enseñar tiene también la obligación de aprender, etc., son algunos de los muchos temas que debiéramos replantearnos para poder vivir de modo más integral nuestra vocación.

D Confundir “entrega” con entretenernos en cosas
que no son ni las más importantes ni las que nuestros jóvenes necesitan. Lo que esperan del escolapio es testimonio de vida, tiempo para escucharles, competencia educativa, responsabilidad en el trabajo, atención pastoral y espiritual, dedicación misionera. No necesitan ni colegas –reales o virtuales-, ni amigos entrados en años ni escolapios que les necesiten a ellos para sentirse bien.

¡Cuánto necesitamos una reflexión, concreta, sobre el papel del escolapio en nuestras obras!

4-Somos llamados a una plenitud vocacional.
Desde nuestra pequeñez, somos llamados a una vocación que, si es vivida en plenitud, poco a poco nos va transformando y nos va haciendo crecer. Del mismo modo que los discípulos tienen que aprender a serlo, también nosotros hemos de aprender a ser escolapios. Siempre me ha hecho reflexionar lo que Jesús le dice a Felipe en Jn 14, 9: “¿Tanto tiempo que estoy con vosotros y aún no me conoces, Felipe?”. Somos escolapios, hermanos, pero nos vamos haciendo escolapios. Hace poco, hablando con un joven que pronto hará su profesión solemne, me decía que seguía teniendo muchas preguntas y muchos desafíos, pero que quería profesar. Yo le dije que me alegraba mucho de las dos cosas, de que estuviera seguro de su vocación y de que tuviera preguntas sobre su vocación. Le dije que al hacer la profesión solemne también hacía un compromiso solemne de seguir buscando. Creo que esa es nuestra vida, y así va a ser siempre.

Pienso en el escolapio anónimo que se acuesta cansado de la misión y en ocasiones preguntándose en dónde ha entregado su energía sin un resultado objetivo que lo explique pero que al día siguiente se levanta y renueva su consagración en la oración o en la Eucaristía. Pienso que este escolapio ha entendido el Evangelio de Aquél que estuvo curando a los enfermos hasta el anochecer pero que de mañana, cuando todavía estaba oscuro, estaba en presencia de Dios, su Padre, renovando su disponibilidad (Mc 1, 34-35).

Os deseo plenitud, hermanos.
Pedro Aguado
Padre General

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Nueva Demarcación Escolapia: USA, NY - Puerto Rico

Ante el nacimiento de una nueva provincia en la Orden: USA, NY-Puerto Rico
Pedro Aguado, Padre General
Colegio Ponceño, Ponce, 2 de agosto de 2010.
Ephemerides Calasanctianae

“La voz de Dios es voz de Espíritu que va y viene, toca el corazón y pasa; no se sabe de dónde venga o cuando sopla; de donde importa mucho estar siempre vigilante para que no venga improvisadamente y pase sin fruto” (Calasanz, c. 131)

“Manteneos firmes y constantes, progresando siempre en la tarea al servicio del Señor, sabiendo bien que vuestro trabajo a su servicio no es inútil. Estad alerta, manteneos firmes en la fe, sed valientes, sed fuertes y que todos vuestros asuntos se realicen en el amor” (ICor 16, 13-14)

1. El contexto de la Orden
1.1. Revitalizar las Escuelas Pías, en orden a la Misión
1.2. Una Orden en claro movimiento. Hay que saberse situar en ella. Ejemplos
1.3. Etapa nueva en el proceso de reestructuración de la Orden, en fidelidad al 46º CG

2. Vuestra nueva Provincia, una Provincia nueva
2.1. Vivencia más profunda del carisma
2.2. La combinación sistémica de todas las claves de la vida
2.3. Nuevas Provincias y Provincias “nuevas”. Claves de renovación. Las grandes opciones.
2.4. Las prioridades reales desde las que queremos trabajar

3. Tres claves imprescindibles en este proceso
3.1. Revitalización carismática / SER
3.2. Hacer de la misión eje central y articulador / HACER
3.3. Innovación estructural para la mejora organizativa / MEDIOS y ESTRATEGIAS

4. Vuestro momento y vuestra dinámica
4.1. El camino recorrido hasta ahora
4.2. La importancia de esta asamblea
4.3. Convertir los ideales en proyectos. Caminar en verdad
4.4. No os paréis por dificultades concretas / creced desde las oportunidades reales.

5. Un proceso capitular que nos ayude a “poner nombre” a los primeros pasos
5.1. Somos una Provincia nueva, pensamos desde ese nuevo paradigma
5.2. Pastoral Vocacional: proyecto + responsable + equipo
5.3. Formación Inicial: formador/es y proyecto
5.4. Ministerio Escolapio: diseño global de nuestras obras, el proyecto de cada presencia
5.5. Vida Comunitaria y Formación Permanente: estilo y proyecto de nuestras comunidades
5.6. Misión Compartida en Integración Carismática: estatuto provincial
5.7. Estructuras, recursos y organización: curia, equipos, economía, comunicación
5.8. Sintonía de Orden: qué necesitamos, qué podemos aportar

6. Desde la Congregación General, felicitaciones, acompañamiento y exigencia.

“En la encrucijada en la que vive la Vida Consagrada se necesita una más amplia visión para levantarse por encima de los límites que experimentamos.

No es fácil adivinar el futuro. Sabemos que vamos de la mano de Dios y que Él es el protagonista de la historia. Pero el futuro, también es construcción. Si no podemos prever el futuro, podemos prepararlo, porque, de alguna manera, está en nuestras manos. Será, en gran parte, lo que hagamos de él. Es tiempo de contemplación, de inventiva, de creatividad, de saberse colocar y de aunar esfuerzos, de reconcentración y de nuevo empuje. Y es tiempo de generosidad misionera. Entre todos hay que diseñar el futuro que queremos para la Orden y para la Provincia que estamos construyendo” (Aquilino Bocos Merino, cmf)

1. El contexto de la Orden

1.1. Revitalizar las Escuelas Pías, en orden a la Misión

De entrada, quiero valorar su proceso y su asamblea, en la que están presentes la gran mayoría de religiosos de las dos demarcaciones. Quiero agradecer su esfuerzo, animar sus opciones y transmitir mi compromiso, y el de la Congregación General, con este camino que han emprendido.

Acabamos de enviar una carta a toda la Orden en relación con el gran desafío de la revitalización de las Escuelas Pías, que es la tarea que orienta e impulsa vuestro proyecto de fusión en orden a crear una provincia nueva. Si ya la han podido leer, no hace falta que les insista en este aspecto. No obstante, sintetizaré lo esencial.

Deseamos recordaros cuál es el hilo conductor de este sexenio, el horizonte hacia el que deseamos tender: la revitalización de las Escuelas Pías, la búsqueda de un nuevo impulso a nuestra realidad escolapia, para fortalecer nuestra vida y misión. Al servicio de este objetivo central están todas las líneas de acción que impulsamos, todos los objetivos que os propongáis en estos capítulos y todos los cambios estructurales que tengamos que hacer.

a) Los escolapios reconocemos que las Escuelas Pías son “obra de Dios” (C1).
Esta convicción, central en nuestra fe y en nuestra identidad, debe ser proclamada y recordada por todos nosotros con fuerza y claridad ahora que hablamos de “revitalización” y nos disponemos a hacer planes y aprobar opciones que hagan posible que podamos servir mejor a la causa del Reino de Dios. Nuestra revitalización, en primer lugar, es don de Dios, oferta generosa y gratuita de su amor, que hemos de ser capaces de acoger y de recibir. No somos una “empresa que hace planes o se reestructura”, sino un grupo de seguidores de Jesucristo en la escuela de Calasanz. Invitémonos unos a otros a acoger el don de la Vida que se entrega por nosotros.

b) La revitalización es el horizonte común
desde el que hemos de entender e impulsar las grandes opciones que la Orden nos ha pedido. Por ejemplo, la elaboración de un plan de crecimiento de las Escuelas Pías en países donde no estamos, (1) el cambio de nuestras estructuras y marcos demarcacionales, incluso generando nuevas provincias, (2) las reformas que tenemos que hacer en nuestro compartir los bienes, (3) las nuevas iniciativas en pastoral vocacional (4) o en formación inicial, (5) las opciones que nos permitan que nuestro ministerio gane en identidad carismática (6) y en dedicación a los más necesitados (7) o el impulso de un laicado escolapio desde los dinamismos de la misión compartida y la integración carismática en la Orden. (8) Todo lo que hagamos e impulsemos busca hacer posible el gran objetivo de este momento escolapio: revitalizar y fortalecer la vida y la misión de las Escuelas Pías.

1 46º Capítulo General / “Ministerio y crecimiento de la Orden”, 6-9
2 46º Capítulo General /Ephemerides Calasanctianae nº 1-2, enero-febrero 2010, Proposición 45
3 46º Capítulo General / “Gestión de los bienes económicos”, 13
4 46º Capítulo General / “Llamada a ser religioso escolapio”, 16
5 46º Capítulo General / “Formación y estudios del escolapio” 6
6 46º Capítulo General / “La calidad en la práctica de nuestro ministerio”, 4-5
7 46º Capítulo General / “El ministerio escolapio requiere espíritu para enseñar a los niños pobres”, 2
8 46º Capítulo General / Línea General de Acción nº 6 / “Escolapios, religiosos y laicos, compartiendo misión y carisma”

c) Éste objetivo central sólo se conseguirá si estos grandes desafíos
entendemos y trabajamos de modo coordinado. No saldrían adelante si los consideramos como “líneas independientes”; sólo serán reales si los impulsamos de modo sistémico. A modo de ejemplo: sólo podremos crecer en otros países si este objetivo se enlaza con la reestructuración de las demarcaciones, no si es un objetivo desconectado del conjunto del movimiento que vive la Orden y que estamos llamando “construir Escuelas Pías”.

d) Y sólo será posible si en cada presencia escolapia y en cada demarcación
llevamos adelante, de modo coordinado y complejo, todas las opciones que provocan vida y vida en abundancia (pastoral vocacional, formación inicial, organización, laicado, misión…). No es posible construir el futuro sólo desde una de estas líneas, sino desde todas, y todas en coordinación, desde una “cultura de Orden”.

e) Éste es el objetivo de la Orden.
Por lo tanto, también es el objetivo de cada comunidad y de cada demarcación. Es vuestro objetivo y el eje de vuestro proceso capitular. ¿Qué debe hacer vuestra comunidad, vuestra presencia escolapia, vuestra demarcación, para mejorar su realidad y fortalecer su vida y su misión? Os invitamos y os pedimos que este horizonte no se os olvide en vuestros trabajos capitulares. Si no lo impulsamos, perderemos la oportunidad de dar los pasos que en este momento podemos dar.

f) Os pedimos que no caigáis en el error
de pensar que este objetivo es teórico o que todo Capítulo –también el 46º Capítulo General- al final son documentos o papeles.

El Capítulo General pide a las Escuelas Pías que cambien los pasos que tengan que cambiar para hacer posible la revitalización de todas nuestras presencias y el crecimiento en nuevos lugares y misiones. “Revitalizar la Orden” es nuestro compromiso. Os pedimos y os invitamos que os incorporéis a él.

g) Finalmente, todo lo que aquí decimos sólo saldrá adelante
si cada uno de nosotros, escolapios, vivimos nuestra vocación con autenticidad y si nuestros anhelos y compromisos los ponemos en las manos de Dios para que, con su ayuda bendiciendo nuestro esfuerzo, podamos dar los pasos que tenemos que dar. Necesitamos programar y organizar, pero, sobre todo, necesitamos orar para acoger y vivir para testimoniar.

1.2. Una Orden en claro movimiento. Hay que saberse situar en ella. Ejemplos

Son bastantes las áreas de nuestra vida como Orden que están en movimiento, por decisión del 46º Capítulo General. Nos basta con poner algunos ejemplos y explicarlos brevemente para que nos hagamos idea de lo que estamos diciendo. Voy a hablar de cinco aspectos concretos, sólo a título de ejemplo.

a) Reestructuración global de las provincias, en clave de revitalización.
No hay duda de que este tema está en el centro de nuestras reflexiones. La proposición 45 del Capítulo General marca claramente el camino a seguir. Estamos en la primera fase de ese camino, que consiste sobre todo en consultar, dialogar, recoger iniciativas y criterios, expresar propuestas. Sólo después estaremos en condiciones de hacer una propuesta que cumpla lo mandado por el Capítulo General: que toda la Orden llegue reestructurada al Capítulo de 2015.

Pero no cumpliremos los objetivos si lo que hacemos es un simple cambio de mapa. De lo que se trata es de definir, con la mayor claridad que podamos, cuáles son las opciones y las claves desde las que deseamos provocar nueva vida en nuestras demarcaciones, sean las que sean.

Sin duda, éste es uno de los grandes objetivos del encuentro que ustedes inician hoy: definir las “llaves” que abren puertas de nueva vida, los núcleos que hay que saber discernir, las prioridades desde las que hay que intentar caminar.

Todos hemos de tener claro que este proceso será institucional o no será. Será hecho desde perspectivas institucionales, y coordinado y liderado por la Congregación General y las Congregaciones Demarcacionales, o no será posible. Y no olvidemos que no será fácil.

b) Pastoral vocacional: convocatoria vocacional,
casa de acogida en todas las demarcaciones

A lo largo de este año he recordado esa famosa afirmación del P. General Ángel Ruiz, ya hace bastantes años, en la que nos dijo que las Escuelas Pías sólo podrían tener un futuro sostenible si cada año tenían 100 novicios. Recuerdo que en su momento, en algunos contextos, esta afirmación no se entendió. Como algunas otras propuestas que hizo a la Orden a lo largo de su generalato. Hoy día tenemos que decir que la Orden tiene 50 novicios. Y el año pasado, un número parecido. Es cierto que la Pastoral Vocacional no es la única clave de revitalización, pero sí que podemos decir que es fundamental. La Orden puede y debe incrementar su capacidad de convocatoria de los jóvenes a la vida religiosa escolapia. Sin duda que habrá que reflexionar mucho y trabajar mucho más, con proyectos, responsables y equipos de trabajo, así como con casas de acogida en todas las demarcaciones. ¿Seremos capaces de reimpulsar la Pastoral Vocacional en la Orden y de reconocer su extraordinaria importancia para ser fieles al reto de la revitalización de las Escuelas Pías? Vamos a dedicar un año, especialmente, a reflexionar sobre este desafío; será el año 2012.

c) Plan de crecimiento de la Orden.
Tenemos planteado fundar, a lo largo del sexenio, en algunos países en los que no estamos presentes todavía. No lo haremos si no trabajamos de modo integral todos los desafíos que tenemos pendientes. Por ejemplo, ¿puede una nueva provincia, fruto de la fusión de dos o tres, asumir la fundación en un país nuevo, por ejemplo, Indonesia? Esta pregunta es muy importante, y descansa en una convicción clara de la Congregación General: sólo si unimos los desafíos daremos respuestas concretas. Es decir, sólo si unimos el reto de la reestructuración y el del crecimiento podremos avanzar.

La Congregación General tiene la obligación de elaborar y presentar un plan estratégico de crecimiento de la Orden. Para ello, estamos pidiendo sugerencias y criterios, y sobre ellos trabajaremos en los próximos meses.

d) Reformas económicas
Lo mismo digo de la reforma de nuestro sistema de compartir económico que ha sido pedida por el Capítulo General. Si la Orden evoluciona desde el actual paradigma (“provincias madres con demarcaciones dependientes”) a uno nuevo que podríamos llamar de “interdependencia de provincias autónomas”, si nuestros bienes no son compartidos de modo nuevo no podremos ir adelante. Por eso es muy importante avanzar en esta cuestión.

e) Mentalidad de Orden y de Provincia. La disponibilidad de los escolapios
La Orden no tiene un problema de disponibilidad. La gran mayoría de los religiosos con los que he hablado me han manifestado con claridad su disponibilidad para ser enviados donde la Orden se lo pida. Nuestro “problema” es de mentalidad y de funcionamiento de Orden. Sólo si avanzamos en todo esto podremos dar respuestas eficaces.

Estos ejemplos que he puesto, de los muchos que podríamos añadir, los cito sólo para ilustrar una afirmación central: la Orden está en movimiento, y el Capítulo General ha pedido cambios. Este es nuestro momento, y entre todos hemos de buscar las respuestas.

1.3. Una etapa nueva en el proceso de reestructuración de la Orden, en fidelidad al 46º
CG

a) La dinámica de vuestra opción, comenzada antes del 46º CG
Su proceso de fusión es anterior al 46 Capítulo General. Responde a la dinámica que se vivió en el sexenio anterior, en el que las demarcaciones que se veían en disposición daban pasos, junto a otras, para crear provincias nuevas, animadas desde la Congregación General. Fue el caso de Italia y de Emaús, y también el de ustedes. De alguna manera eran planes basados en la semejanza de proyectos, en la sintonía de planteamientos entre las demarcaciones cercanas. Fue un proceso bueno, sin duda. Pero el 46 Capítulo General ha marcado una nueva etapa, definida por la proposición 45.

b) La nueva dinámica de la Orden, tras la proposición 45 del 46º CG.
Institucional, global y liderado.

Esta nueva etapa se caracteriza por la decisión capitular de que el proceso de reestructuración de las Escuelas Pías, en orden a su revitalización, sea institucional y global, coordinado desde la Congregación General, consultado con los religiosos y definido antes del próximo Capítulo General. Estamos, pues, ante una fase nueva del proceso, y así hemos de vivirla. Ya no se trata sólo de que dos demarcaciones, cercanas en planteamientos, se propongan hacer un proyecto común, sino que es toda la Orden la que se coloca en esta dinámica. Será un proceso caracterizado no tanto por que dos demarcaciones semejantes se unan, sino que sean capaces de construir un proyecto común.

2. Su nueva Provincia, una Provincia nueva

El proceso de fusión que ustedes están llevando adelante está muy bien encaminado. La CG desea que nazca una nueva Provincia integrada por USA y NY-PR. Pero eso no basta.

Deseamos también que sea una Provincia nueva, renovada, con capacidad de crear vida y misión escolapias. Para ello hay que tener en cuenta varias cosas a la vez. Enumero algunas, sólo a título de ejemplo.

2.1. Vivencia más profunda del carisma

Lo que somos esencialmente, la perspectiva desde la que nos debemos situar, es nuestro carisma. La revitalización de la Orden no puede ser sólo el fruto de unos cambios estructurales, necesarios, sin duda ninguna. Hay otros pasos fundamentales, que son previos e imprescindibles. Y el central es que cada uno de nosotros vivamos con más profundidad nuestro carisma, nuestra consagración. Sólo dando lo mejor de nosotros mismos podremos provocar e impulsar el avance que necesita nuestra Orden. Desde ahí viviremos con plena disponibilidad y testimoniaremos nuestra pasión por la misión.

2.2. La combinación sistémica de todas las claves de la vida

El futuro está en un proyecto complejo, global y con dirección, no en opciones desconectadas o en localismos bienintencionados. No podemos poner nuestro futuro sólo en una “opción de renovación”, sea la que sea (pastoral vocacional, formación inicial, laicado escolapio, organización, vida comunitaria…). Lo que se necesita es un proyecto global y sistémico, basado en la combinación clara, sistemática e inteligente de todas las claves que provocan vida. Y la convicción de que no puede faltar ninguna de ellas.

2.3. Nuevas Provincias y Provincias “nuevas”.
Claves de renovación. Las grandes opciones.

Como queda dicho, de este proceso nacerán nuevas provincias, pero si no son provincias nuevas, no haremos nada. Habremos conseguido una cierta simplificación estructural, pero nuestro objetivo es mucho mayor.

Me gustaría poner algún ejemplo de lo que quiero decir cuando propongo que trabajemos desde “claves de renovación”. Sin ejemplos tomados de la vida real de la Orden, de los debates que en este año he podido compartir. Imagínense que su nueva Provincia asume como uno de sus ejes vertebradores ser “una provincia bilingüe, pluricultural y abierta a las necesidades de la Orden”. Si piensan despacio esta afirmación verán el nivel de exigencia que contiene y la dinámica de cambio que puede provocar. Cito otras, reales, que se dan en demarcaciones que están en este proceso: una provincia capaz de pensarse a sí misma desde “proyectos de presencia conjuntos entre los religiosos y los laicos / una provincia en dinámica vocacional / una provincia promotora de vocaciones escolapias específicas / una provincia misionera… Estas definiciones, si son llevadas adelante por las demarcaciones, cambian poco a poco el rostro del grupo. Necesitamos “afinar la puntería” y ver si podemos llegar a opciones de este tipo.

2.4. Las prioridades reales desde las que queremos trabajar

Aquí está la tarea central del capítulo provincial. No han de ser muchas, pero han de ser claras. Ustedes tienen ahora por delante un proceso capitular. Ojalà apaces de llegar hasta la “llave” que hay que utilizar para provocar renovación, vida nueva, en cada una de las áreas esenciales que conforman su nueva provincia. Es nuestro deseo y compromiso; en esta búsqueda pueden contar con nosotros.

3. Tres claves imprescindibles en este proceso

No hay tiempo para desarrollar este apartado en toda su profundidad. Basta con hacer presentes estas tres dimensiones de nuestra vida, para que no se nos escape nada. Como todo esquema, éste también es parcial e imperfecto, y no nos debe conducir a planteamientos desintegrados.

Hemos de buscar un proyecto global, integral, de vida y misión escolapias. Para ello, debemos atender lo que somos, lo que hacemos y los medios desde los que vivimos y trabajamos. Como esquema puede ayudar…

3.1. Revitalización carismática / SER
Esto nos recuerda que el centro de todo el proceso está en el carisma y que la perspectiva está en la creación de futuro posible y sostenible. Y el camino pasa por el discernimiento de lo que necesitamos vivir e impulsar, a lo que nos tenemos que abrir, para suscitar más vida.

3.2. Hacer de la misión eje central y articulador / HACER
Lo he reiterado a lo largo de esta breve exposición. La razón de ser de la Orden es la misión que tiene encomendada, y esto no puede ser una afirmación teórica.

3.3. Innovación estructural para la mejora organizativa / MEDIOS y ESTRATEGIAS
Aquí tenemos que poner sobre la mesa las estrategias, las opciones, los modelos organizativos.

Hemos de hablar de equipos y secretariados, de economía, de configuración de una Curia Provincial, de la implicación de los religiosos jóvenes en la construcción de la nueva provincia, etc.

4. Su momento y su dinámica

4.1. El camino recorrido hasta ahora
Como dije al principio, valoro mucho lo que han hecho hasta el momento. Todo es mejorable, pero lo considero un camino ejemplar, claro, transparente y corresponsable. Y está siendo proyectivo. Es una buena manera de caminar.

4.2. La importancia de esta asamblea
Han de salir de ella con una clara convicción: el camino no será fácil, pero es el camino. Es la última vez que se reúnen antes de sus procesos capitulares, y hay que aprovechar bien este momento fraterno e institucional.

Les invito a ser positivos y participativos. Esta reunión está enfocada a la creación de un futuro compartido, sitúense en ella desde esa perspectiva, no desde otra. Por eso es importante ser consciente de “cómo vengo a la asamblea” y qué postura soy llamado a tomar.

4.3. Convertir los ideales en proyectos. Caminar en verdad.
Saber proyectar. No debilitar las aspiraciones, pero saberlas convertir en proyectos que poco a poco nos van acercando al ideal. Los ideales son capaces de movilizar a grupos como el nuestro sobre todo si somos capaces de convertirlos en proyectos viables. Yo les invito a ello.

4.4. Saber trabajar superando las dificultades y aprovechando las oportunidades
Es evidente que estamos ante un proceso que no es fácil, que tiene dificultades. Hay que saberlas nombrar y discernir. Lo que se habla en los pasillos debe decirse en la mesa de trabajo, de lo contrario, no ayuda, despista y desanima. Yo ya he escuchado algunas dificultades en el poco tiempo que llevo en Puerto Rico. Hemos de ser capaces de pensar sobre ellas para que no atasquen el futuro. Por ejemplo:

a) “no va a ser fácil conseguir religiosos con un nivel lingüístico que posibilite el futuro de las obras que tenemos en inglés”.
Evidentemente, esto es una dificultad, pero no es propia de la fusión. Esto es difícil con fusión o sin fusión. Y, si me lo permiten, más difícil sin fusión.

El bilingüismo de la provincia ha de ser una opción clara y definida. Pero no le pongan al
proceso más dificultades de las que ya tiene.

b) “tenemos pocos formadores”. Evidentemente, con fusión y sin fusión, los formadores son pocos. Y lo son el la Orden. Por eso esta dificultad debe convertirse en línea de trabajo en la nueva provincia.

c) “la centralización no se consigue en pocos días”. Evidentemente, ni la centralización ni el funcionamiento de una provincia nueva. Esto lleva tiempo. No se trata de la que Congregación General ponga un sello en un decreto de erección de la nueva provincia.

Luego hay un camino complejo que recorrer. Nadie dijo que sería fácil esto, hermanos.

d) “tenemos modelos de vida comunitaria diferentes”. Eso es evidente. La base del proyecto no está en la semejanza que ya tenemos, sino en la capacidad de proyecto común que podemos construir. Ponerse de acuerdo en estilos de vida comunitaria, y hacerlo “hacia arriba”, levantando el nivel de exigencia y aspiración, es absolutamente necesario. Y hemos de ser capaces de hacerlo.

Insisto, hermanos, el camino que van a emprender es complejo y lleva mucho trabajo. Hace falta mucha comunión y claro apoyo al grupo de hermanos que ustedes constituyan en Congregación Provincial para impulsar la nueva provincia. No es buen camino fijarse sólo en las dificultades. Cuando quieran, les hago la lista de dificultades que tenemos en la Orden. Es necesario conocerlas, pero las decisiones se han de tomar desde otra perspectiva

Es claro que tenemos oportunidades. También a título de ejemplo, cito algunas, las que saltan a la vista, nada más situarse ante este proceso.

a) El momento que ustedes viven es nuevo, y hay que aprovecharlo. Este momento “fundacional” encierra energía que hay que saber desplegar.

b) Ustedes deciden en sintonía con la dinámica de la Orden. Esto también provoca impulso en el camino

c) Cuentan con el acompañamiento, humilde pero decidido, de la Congregación General.

Estamos comprometidos con ustedes en este proceso

d) Ciertamente el grupo que nace es diferente, y eso enriquece las opciones

e) Están en condiciones de definir sus “apuestas fundacionales”

f) Han de construir una provincia en la que no se pierda nada, en la que nuestras presencias vayan adquiriendo consolidación

g) El propio camino recorrido hasta ahora es una oportunidad en sí mismo. Las cosas se están haciendo bien

Analicemos las dificultades, aprovechemos las oportunidades, pero trabajemos desde el horizonte que nos hemos marcado.

5. Un proceso capitular que nos ayude a “poner nombre” a los primeros pasos
A lo largo de estos meses, ustedes van a recorrer su camino de fusión, conducidos por nuestra dinámica capitular. Serán muchos los temas que aborden. Me gustaría invitarles a no perder la perspectiva central desde la que han de trabajar: encontrar las “llaves” que abren puertas en cada una de las áreas fundamentales de nuestro ser y hacer. A modo de ejemplo, indico algunas de ellas.

5.1. Somos una Provincia nueva, pensamos desde ese nuevo paradigma. Piensen desde ahora con mentalidad de provincia nueva, no en sus demarcaciones actuales.

Acostúmbrense a pensar en “nuevo marco”, no en nuestras “ex – demarcaciones de procedencia”.

5.2. Pastoral Vocacional: proyecto + responsable + equipo. Para mí no hay duda de que esto es lo fundamental que hemos de conseguir. Todavía tenemos en la Orden unas cuantas demarcaciones que no funcionan desde este esquema básico.

5.3. Formación Inicial: formador/es y proyecto.
Trabajar por un proyecto formativo único y común, sintonizado con la Orden e impulsado por personas capaces de asumir el encargo de ser formadores al servicio de la Provincia.

5.4. Ministerio Escolapio:
diseño global de nuestras obras, el proyecto de cada presencia.

Cada una de nuestras obras debe tener un camino claro, un proyecto, impulsado por religiosos y laicos, que las haga sostenibles.

5.5. Vida Comunitaria y Formación Permanente:
estilo y proyecto de nuestras comunidades. Se trata de definir cómo aqueremos vivir y desde qué opciones queremos ser auténticas comunidades referenciales de nuestra misión.

5.6. Misión Compartida en Integración Carismática:
estatuto provincial. Debemos conseguir definir, junto con los laicos escolapios, el proyecto compartido desde el que queremos caminar.

5.7. Estructuras, recursos y organización: curia, equipos, economía, comunicación.
Son decisiones que deberá tomar la primera Congregación Provincial. Pero podemos ir definiendo desde ahora criterios y necesidades.

5.8. Sintonía de Orden:
qué necesitamos, qué podemos aportar. No hay ninguna provincia que no pueda aportar nada a la Orden, y ninguna provincia que pueda vivir ajena a las dinámicas de la Orden. Desde esta perspectiva, hemos de marcar pistas y señalar necesidades y compromisos.

6. Desde la Congregación General, felicitaciones, acompañamiento y exigencia.

Esto lo tienen garantizado. En lo que esté en nuestra mano, cuentan con el apoyo y cercanía de la Congregación General. Estaremos cerca para acompañar y, si es necesario, para exigir.

Termino con una pequeña historia que cita Aquilino Bocos en su último libro “Caminando hacia la aurora”.

“Hemos visto al zorro”

“El abad de un monasterio estaba muy preocupado porque, aunque eran muchos los que entraban en el noviciado, también eran muchos los que, pasado algún tiempo, lo dejaban. Irremediablemente, tras unos años, la práctica totalidad de quienes habían sido recibidos con tanta ilusión, marchaban aduciendo diversas razones. Eran muy pocos los que permanecían. Consciente de la situación, el abad no se dejaba engañar cuando sus consejeros intentaban animarle señalándole cuántos eran los que llamaban a la puerta.

Un día, mientras meditaba sobre sus inquietudes, vio una escena que le iluminó por completo: la caza del zorro. El pobre animal corría campo a través. Le perseguía una jauría de perros y, más atrás, a caballo, los cazadores. El zorro corría y corría, y los perros, tras él, ladraban veloces intentando darle alcance. Pero el abad observó que, al cabo de aquel gran alboroto, sólo un par de perro continuaban en la carrera; los demás habían ido abandonando la persecución y se les veía, por aquí y por allá, descansando o entretenidos en otros olisqueos. Cuando, por fin, hubo terminado la cacería, el abad se acercó a uno de los caballeros con esta sola, y para él trascendental, pregunta:

-¿Por qué aquellos dos perros, cuando la mayoría habían abandonado, siguieron al zorro hasta el final?

El cazador sonrió y, como sin necesitar mucha reflexión para explicar el motivo de una conducta a la que estaba más que acostumbrado, le respondió:

-Mire Padre, al principio todos los perros corren y ladran, pero la mayoría no ha visto al zorro, simplemente corren en medio del barullo. Hasta el final sólo llegan los que sí han visto al zorro.

A lo largo del proceso que van a vivir aparecerán aspectos que les distraerán del centro, del objetivo básico, que es provocar nueva vida y misión escolapias en el seno de una nueva provincia.

Trabajen siempre desde ese horizonte, desde esa convicción.

Muchas gracias y mucho ánimo.

Pedro Aguado
Padre General
Colegio Ponceño, Ponce, 2 de agosto de 2010.

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